Entre noches de luna llena y poca luz
ha crecido mi corazón un poquito más cada estación.
Me han enseñado que no en todo hay leyes,
pero si alguna que otra norma que seguir.
He aprendido todo lo que no me han enseñado...
y lo que me han enseñado también.
La capacidad de mi corazón está limitada
entre paredes amuralladas, fuertes, por si quieren entrar.
Puertas gigantes
por las que todos caben
y seguridad día y noche,
para que no me lo rompan si bajo la guardia.
Los dedos de mis manos recuerdan cada persona que han tocado
y los de mis pies tienen presente todo el camino recorrido.
Pero...
y mi mirada?
Nada, no consigo averiguar qué dice...
o qué quiere decir.
Mis ojos han visto cosas que no deberían.
Son despiertos las 24 horas,
para no encontrarse nunca perdidos.
Una mirada perdida duele.
Te han visto a ti...
a mi, a ellos.
Han visto muchos atardeceres,
y diecisiete primaveras han afrontado a mi lado.
Identifican sin ningún problema un mirar sincero,
y me han contando un secreto:
pocos lo son.
He escuchado canciones,
sonidos que dan ritmo a cada instante que no merece la pena.
O que sí la merece.
He olido distintos aromas.
El aroma fresco que nos grita a voces las ganas de más vida.
O el dulce de un tranquilo terminar del día.
Esto son los sentidos que me han traído hasta aquí.
Los que me protegen
o me dirigen hacia donde nunca deseé llegar.
O me ayudan o me delatan,
pero no me preocupa.
Son los que me conocen aunque alguien más se esfuerce por hacerlo.
Me conocen en cada momento de mi vida,
en cada instante difícil y lugar afortunado.
Son sinceros conmigo y yo con ellos,
ese fue el trato desde el primer día.
Y en eso de la razón...
ya no sé que decirte.
Prefiero dejarla para los sabios,
o eso me ha dicho mi corazón.
Mi boca espera al huracán de tus labios,
pero mis manos no se equivocan
y no te conocen.
Nunca fueron compañeras de tu piel.
Yo hasta que se ponen de acuerdo le digo a mis pies que sigan su camino,
que sigan caminando por esta vida
y con lo atenta que es mi mirada, (a veces),
me avisará cuando sepa que eres tú.
Yo no tengo ni voz ni voto en este mundo que me controla,
ni en esta cantidad de sentidos que no me dejan ni sentir.
Yo sigo, donde me lleven,
y disfruto de lo que viene o me dan.
Aunque tenemos últimas noticias:
mi corazón no se pasa de moda
y mi olfato dice que aquí huele a nuevo.
¿Algo nuevo?
No sé qué decir,
prefiero oírte a ti primero,
¿Y tú? ¿Qué dices?
domingo, 28 de agosto de 2011
martes, 2 de agosto de 2011
Floreciendo
Caprichoso el destino.
Dudosa la casualidad.
Dichosa yo, por haberme encontrado contigo.
Y mientras cada noche deseaba entre sueños y sueños que aparecieras para rescatarme,
miraba el reloj constante,
contado el tiempo que faltaba sin saber cuándo debía parar.
Mi vida giró como lo hacen esas pequeños norias de feria
y todos los que están montados en ellas.
Cada primavera, caminaba por calles y calles...
Atravesaba esquinas sin secretos
y buscaba en cada escaparate algo parecido a lo que siempre he esperado.
Ni las cartas sin destinatario,
ni las historias que tan perfectas parecen en mi cabeza,
hicieron aparecer lo que tanto tiempo he deseado.
Bolígrafos de colores con peculiares aromas
gastados de escribir historias donde refugiarme.
Libros donde inundarme de encanto,
convenciéndome durante unos instantes, al caer la tarde,
que esas cosas ocurren en la realidad donde yo paseo, y en la vida donde oigo decir que vivo.
Siempre admití con resignación
que todas las historias idílicas que rodeaban mi intimidad se quedarían ahí,
pero no pude hacer otra cosa que sonreír
al darme cuenta de que ni mi imaginación pudo idear un paraíso como el que tu me regalaste al mirarme a los ojos de esa manera.
Dos segundos duró,
y horas necesité para explicarlo todo.
Me costó.
No había palabras.
Desde entonces seguí soñando, sí, pero contigo.
Seguí inventando historias, sí, pero donde aparecías tú.
En todo ese tiempo, en cambio, ninguna novela de sección romántica,
o sección dudosa compuesta por más de 600 páginas
pudo sustituir mi historia de dos segundos de duración.
No te busqué.
Simplemente volví a ese lugar cada viernes.
A la misma hora, en el mismo lugar.
¿Volverías?- me preguntaba cada vez que volvía sin rastro de ti.
Y no fue justamente ahí, en mi espera, donde volví a apartarte la mirada.
No sé cuánto tiempo fue esta vez,
pero no quería que terminara.
En ese segundo encuentro,
una suave brisa del atardecer tuvo antojo de mostrarme cuál era tu olor,
y se lo agradecí eternamente.
Nunca se me olvidó.
Nunca se me ha olvidado.
Y otra vez di gracias a todo lo posible.
Otra vez me repetí lo caprichoso e imprevisible que es el destino.
Y así fue cómo me di cuenta de que el universo conspiraba por lograr nuestro encuentro.
De este modo me di cuenta de que estábamos unidos por un extraño lazo.
Y gracias a las circunstancias intuí que no sería la última vez.
Y lo volví a agradecer,
dedicando mi tiempo a recrear nuestro próximo encuentro.
Nunca tu presencia ni nuestra historia resultó como yo lo ideé.
Superó con creces cualquier expectativa
y cualquier novela apilada en la estantería de mi habitación.
Eras tú,
eres tú,
y serás siempre mío
y para mí.
Porque no es que lo diga yo, no..
Me ha chivado el destino, que justo así será.
Dudosa la casualidad.
Dichosa yo, por haberme encontrado contigo.
Y mientras cada noche deseaba entre sueños y sueños que aparecieras para rescatarme,
miraba el reloj constante,
contado el tiempo que faltaba sin saber cuándo debía parar.
Mi vida giró como lo hacen esas pequeños norias de feria
y todos los que están montados en ellas.
Cada primavera, caminaba por calles y calles...
Atravesaba esquinas sin secretos
y buscaba en cada escaparate algo parecido a lo que siempre he esperado.
Ni las cartas sin destinatario,
ni las historias que tan perfectas parecen en mi cabeza,
hicieron aparecer lo que tanto tiempo he deseado.
Bolígrafos de colores con peculiares aromas
gastados de escribir historias donde refugiarme.
Libros donde inundarme de encanto,
convenciéndome durante unos instantes, al caer la tarde,
que esas cosas ocurren en la realidad donde yo paseo, y en la vida donde oigo decir que vivo.
Siempre admití con resignación
que todas las historias idílicas que rodeaban mi intimidad se quedarían ahí,
pero no pude hacer otra cosa que sonreír
al darme cuenta de que ni mi imaginación pudo idear un paraíso como el que tu me regalaste al mirarme a los ojos de esa manera.
Dos segundos duró,
y horas necesité para explicarlo todo.
Me costó.
No había palabras.
Desde entonces seguí soñando, sí, pero contigo.
Seguí inventando historias, sí, pero donde aparecías tú.
En todo ese tiempo, en cambio, ninguna novela de sección romántica,
o sección dudosa compuesta por más de 600 páginas
pudo sustituir mi historia de dos segundos de duración.
No te busqué.
Simplemente volví a ese lugar cada viernes.
A la misma hora, en el mismo lugar.
¿Volverías?- me preguntaba cada vez que volvía sin rastro de ti.
Y no fue justamente ahí, en mi espera, donde volví a apartarte la mirada.
No sé cuánto tiempo fue esta vez,
pero no quería que terminara.
En ese segundo encuentro,
una suave brisa del atardecer tuvo antojo de mostrarme cuál era tu olor,
y se lo agradecí eternamente.
Nunca se me olvidó.
Nunca se me ha olvidado.
Y otra vez di gracias a todo lo posible.
Otra vez me repetí lo caprichoso e imprevisible que es el destino.
Y así fue cómo me di cuenta de que el universo conspiraba por lograr nuestro encuentro.
De este modo me di cuenta de que estábamos unidos por un extraño lazo.
Y gracias a las circunstancias intuí que no sería la última vez.
Y lo volví a agradecer,
dedicando mi tiempo a recrear nuestro próximo encuentro.
Nunca tu presencia ni nuestra historia resultó como yo lo ideé.
Superó con creces cualquier expectativa
y cualquier novela apilada en la estantería de mi habitación.
Eras tú,
eres tú,
y serás siempre mío
y para mí.
Porque no es que lo diga yo, no..
Me ha chivado el destino, que justo así será.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)